Herman Hesse y la música

Dice Herman Hesse en Gertrudis:

…el mero hecho de que la música exista en el mundo y de que un ser humano pueda conmoverse por la armonía de sus sones hasta los más hondo de su corazón y sentirse compenetrado con ella, estas solas realidades han significado para mí siempre una consolación profunda y una justificación de la existencia. ¡La música…! Concibes una melodía, la cantas mentalmente, ¡sólo mentalmente!, y embebes todo tu ser en ella, de suerte que toma posesión de todos tus movimientos y energías; durante esos momentos en que vive en ti apaga todo lo azaroso, maligno, brutal y triste que pueda haber en tu interioridad; hacer vibrar el mundo al unísono, convierte en leve lo pesado y lo rígido en alígero…

Robinson Crusoe

Somos tristeza, por eso la alegría es una hazaña – Mario Benedetti

Existe un personaje en La piedra Lunar de Wilkie Collins que tiene una particular manera de resolver sus dudas vitales: acude a las páginas de Robinson Crusoe mientras disfruta de su pipa. Y no tiene reparos en afirmar

…en mi opinión otro libro como ese que se titula Robinson Crusoe no ha sido ni podrá ser escrito jamás

No soy aficionado al tabaco en pipa, pero sí dispongo de una copia barata del libro de Daniel Defoe. Ayer me decidí a probar y buscar respuestas en él. Después de un rato leyendo me encontré con el siguiente párrafo

…he sido, en todas las circunstancias de mi vida, un vivo ejemplo para aquellos que padecen de esta plaga general de la humanidad, de donde proceden, a mi entender, la mitad de las desgracias. Me refiero a aquellos que nunca están satisfechos con las circunstancias que Dios y la naturaleza les han destinado

Desde este momento comencé a convencerme que era posible que fuese más feliz en esta situación solitaria y abandonada de lo que hubiese sido en cualquier otrat circunstancia particular y con este pensamiento iba a dar gracias a Dios…
-¿Cómo puedes ser tan hipócrita y fingirte agradecido por una situación de la cual deseas ser liberado de todo corazón, por grandes que sean tus esfuerzos para resignarte a ella?

La lectura no me estaba ayudando demasiado. Así que recurrí a la medicina de choque más potente que conozco: un poquito de Django, otro poco de Led Zeppelin y para rematar una pizca de Cumbierita intelectual de Johansen:

¡como nuevo, oiga!

llaves

Instintivamente, llevas la mano derecha al bolsillo para sacar unas llaves que no encuentras. Entonces recuerdas que esa casa ya no es la tuya. Hace casi un año que vives en otra ciudad. Miras a tu alrededor rápidamente, tratas de encontrar las diferencias: nada ha cambiado. Ahora miras todavía más rápido en tu interior: tienes la sensación de haber avanzado muy poco. Llamas al timbre, esperas un rato y la voz de un amigo te pide que entres. La fiesta acaba de comenzar y la gente llega poco a poco. Te alegras de ver muchas caras conocidas, otras todavía son un misterio. Te pones una copa, sales al balcón y charlas con alguien que lleva ahí un buen rato observando la calle. Huele a primavera. Vuelves dentro y decides pinchar algunas canciones. Caes en la tentación y haces sonar fragmentos de la banda sonora del piso. Después te pones a bailar. Las horas pasan alegres.

Al final de la noche chocas con alguien en el estrecho pasillo. Notas que algo se te clava en la pierna. Llevas la mano al bolsillo derecho. Allí están de nuevo…

amor de hijo

¡Qué bien se está aquí! La cabeza entre las rodillas de mi madre. En la blandura de los muslos a través de la tela suave del delantal de hilo, mirando las llamas que hacen figuritas en el aire. Mi madre pela patatas al lado de la lumbre y habla con la abuela. Le va contando su vida en casa de los tíos, sus apuros y sus trabajos, los celos de mi tía con ella por mí. Y yo le miro la cara de abajo a arriba sin que ella me vea. La cara alumbrada del rojo de las llamas. La cara cansada de trabajo y de pena. Entierro la cabeza en en el delantal como los gatos. Quisiera ser gato. Saltaría encima de las faldas y me haría una bola. Estoy cansado de todos: cansado de mi tía, cansado del colegio, cansado de las gentes estúpidas que no ven en mí más que el niño; y yo sé que soy más que ellos, y veo las cosas, y me las trago, y me las aguanto. Subir encima de las faldas, hacerse una bola, dormitar, oyendo hablar a mi madre sin escucharla, sintiendo su valor y el calorcillo de las llamas y el olor de la retama. Quedarme allí, quieto, ¡muy quieto!

Me enrosco más sobre mí mismo, buscando más contacto aún. Mi madre me acaricia los pelos revueltos, el remolino de «malo» de la coronilla; sus dedos distraídos me acarician la cabeza pero yo los siento dentro. Cuando para la mano, la cojo y la miro. Tan pequeñita, tan fina, desgastada por el agua del río, con sus deditos afilados y sus yemas picadas de la lejía y sus venas azules torcidas remosas y vivas. Vivas de calor y de sangre, vivas de movimiento, rápidas, dispuestas a correr y saltar, a frotar enérgicas , a acariciar suaves. Me gusta pegarlas a mis carrillos y frotarme contra ellas, me gusta besar la punta de sus dedos y mordisquearlas, aquí, que no tengo que esconderme detrás de una puerda para dar un beso a mi madre mientras mi tía me grita
-Niño, ¿dónde estás?

La forja de un rebeldeArturo Barea

anhelo de viaje

carguero

«En cuanto me veo haciendo mohínes enfurruñado, si noto en mi alma las húmedas brumas de noviembre, siempre que me veo parándome involuntariamente antes las funerarias, o agregándome al cortejo del primer entierro con que tropiezo, y particularmente cuando la hipocondría me domina de tal forma que necesito de fuertes principios éticos para no lanzarme a la calle a quitarle a golpes, metódicamente, los sombreros a la gente… entonces, ya sé que es tiempo de embarcarme en cuanto pueda.»

Moby DickHerman Melville

grandes olas

Siempre he soñado con grandes olas que se acercan a la ciudad. Nunca he tenido miedo porque las observo desde una situación privilegiada, desde un punto elevado no muy bien definido y, de alguna manera, sé que los edificios en peligro no están habitados.

Esta noche han vuelto a aparecer: se acercan muy lentamente y me hallo en una especie de construcción inmensa de aspecto circular, con un balcón exterior muy estrecho que comunica estancias pequeñas y vacías. Cuadrillas de trabajadores se afanan en el acondicionamiento del edificio, como si un gran número de personas fuera a mudarse muy pronto a esa colmena gris. Me asusto y pienso que quizás sea preferible encontrarse esperando a la gran ola allá abajo…

chop suey

chop suey hopper
chop suey

¿Qué pasa por la cabeza de esta muchacha que podría ser nuestra bisabuela?, ¿tatarea mentalmente el último éxito de la época?, ¿realmente atiende a su amiga?…

praga

puentes de Praga

Hay ciudades que nos encontramos tantas veces en las páginas de los libros que cuando tenemos la suerte de andar por sus calles nos sentimos como en casa.

Praga es un ejemplo clarísimo. De pequeño temblé en sus pasadizos con El Golem de Meyrink. De adolescente me enamoré en sus jardines con Toda la belleza del mundo de Seifert. Después conocí a Pablo Neruda y me enteré que realmente este chileno se llamaba Neftalí Reyes y su apellido lo había tomado prestado de Jan Neruda, que dedicó un librito precioso dedicado a las calles de la Malá Strana.

Y la madeja sigue y sigue…