veleros

Acaban de llegar a mi ciudad y los oficinistas andamos un poco perplejos. Miramos las cubiertas y nos asombramos por su limpieza y orden. Observamos con curiosidad a los marineros extranjeros. Algunos no son más que unos críos y se mueven con timidez por la ciudad. Otros no caben dentro de sus trajes de gala. Las muchachas ríen y las miradas se cruzan. Hay fiestas en los bares, recepciones, invitaciones VIP para visitar los buques. Llega el fin, las velas se despliegan y el viento juega con el pelo al cepillo de los marineros. Otro puerto que pasa. Han sido sólo cuatro días. Dentro de unos años alguno de esos chicos y chicas no recordará el nombre de la ciudad. Los oficinistas nunca olvidamos los barcos. A veces dejamos las cuentas y miramos distraídamente hacia otro lado. Entonces pensamos: ¿y si yo…?

Esta reflexión suele durar poco. Al rato cabeceamos por la peregrina ocurrencia y volvemos al trabajo.