objetos inanimados: ladrón de bicicletas

Objetos inanimados, enunció.
¿Qué pasa con ellos?, pregunté yo.
Objetos inanimados como medio de expresar emociones humanas. En eso consiste el lenguaje cinematográfico. Sólo los buenos directores saben cómo hacerlo, pero Renoir, De Sica, y Ray son tres de los mejores, ¿verdad?
Sin duda.
Piensa en las primeras escenas de Ladrón de bicicletas. El protagonista encuentra trabajo, pero para llevarlo a cabo necesita desempeñar la bicicleta. Se va a casa sintiendo lástima de sí mismo. Y allí está su mujer, en la calle, cargando con dos pesados cubos de agua. Toda su pobreza, todos los esfuerzos de esa mujer y su familia están contenidos en esos cubos. El marido está tan enfrascado en sus propios problemas que ni se molesta en ayudarla hasta que casi están dentro de la casa. E incluso entonces, sólo le coge un cubo dejando que ella cargue con el otro. Todo lo que nos hace falta saber sobre su matrimonio se nos muestra en esos pocos segundos. Luego suben las escaleras hasta su piso, y a la mujer se le ocurre la idea de empeñar la ropa de cama para recuperar la bicicleta. Recuerda la violencia con que da una patada al cubo en la cocina, la agresividad con que abre el cajón de la mesa. Objetos inanimados, emociones humanas. Luego pasamos a la casa de empeños, que no es una casa realmente, sino un sitio enorme, una especie de almacén de objetos superfluos. La mujer vende las sábanas, y seguidamente vemos a uno de los empleados que lleva el pequeño paquete a los estantes donde se depositan los artículos empeñados. Al principio, las estanterías no parecen muy altas, pero entonces la cámara retrocede, y mientras el empleado empieza a subir, vemos que se alargan hacia arriba cada vez más, hasta llegar al techo, y cada estante y casillero rebosa de paquetes idénticos al que ahora está guardando, y de pronto parece que todas las familias de Roma han vendido ropa de cama, que toda la ciudad se encuentra en la misma situación de miseria que el protagonista y su mujer. En una sola toma, abuelo. En una sola toma se nos ofrece el retrato de toda una sociedad que vive al borde del desastre.

Un hombre en la oscuridad – Paul Auster

objetos inanimados: el mundo de Apu


Pero ¿dónde está el objeto inanimado en Apu?
Piensa.
No quiero pensar. Esa teoría es tuya, así que explícamelo tú.
Las cortinas y la horquilla del pelo. La transición de una vida a otra., el momento crucial de la historia. Apu se ha ido al campo a asistir a la boda de la prima de un amigo suyo. Un matrimonio convenido según la tradición, y cuando aparece el novio, resulta que es tonto, un profundo idiota. Se suspende la boda, y a los padres de la prima del amigo empieza a entrarles el pánico, temerosos de que a su hija le caiga una maldición de por vida si no se casa esa misma tarde. Libre de preocupaciones, Apu se ha dormido entre los árboles, contento de pasar unos días fuera de la ciudad. Se le acerca la familia de la chica. Le explican que es el único soltero disponible, que sólo él puede resolverles el problema. Apu se queda horrorizado. Piensa que están locos, que son un hatajo de palurdos supersticiosos, y se niega a hacerlo. Pero luego lo piensa mejor y decide aceptar. Lo considera como una buena acción, como un gesto altruista, pero no tiene intención alguna de volver a Calcuta con la chica. Después de la ceremonia nupcial, cuando se encuentran finalmente solos por primera vez, Apu descubre que la sumisa muchacha es mucho más fuerte de lo que él creía. Soy pobre, le explica él, quiero ser escritor, no tengo nada que ofrecerte. Lo sé, contesta ella, pero le da lo mismo, porque está resuelta a ir con él. Molesto, desconcertado, pero conmovido a la vez por su determinación, Apu cede de mala gana. La escena cambia a la ciudad. Un carruaje se detiene frente al destartalado edificio donde vive Apu, y se bajan su mujer y él. Todos los vecinos se acercan y miran boquiabiertos a la guapa muchacha mientras Apu la conduce escaleras arriba hacia su pequeña y sórdida buhardilla. Un momento después, lo llaman y se va. La cámara enfoca a la chica, sola en esa habitación extraña, en una ciudad desconocida, casada con un hombre al que apenas ha visto. Finalmente, se acerca a la ventana, sobre la que en vez de cortina cuelga un asquerosos trozo de arpillera. Hay un agujero en el tejido, y por ahí mira hacia el patio, donde un niño en pañales avanza con pasos inseguros entre el polvo y la basura. La cámara invierte el ángulo, y vemos su ojo a través del agujero. Fluyen lágrimas de ese ojo, y es normal que esté nerviosa y asustada, que se sienta perdida. Apu vuelve a entrar en la habitación y le pregunta qué le pasa. Nada, contesta ella, sacudiendo la cabeza, nada en absoluto. Entonces la escena termina con un fundido en negro, y el gran interrogante es: ¿qué ocurre a continuación? ¿Qué espera a esa inverosímil pareja que ha acabado casándose por pura casualidad? Con unas cuantas pinceladas hábiles y decisivas, todo se nos revela en menos de un minuto. Objeto número uno: la ventana. Fundido de apertura, es por la mañana temprano, y lo primero que vemos es la ventana por la que miraba la muchacha en la escena anterior. Pero la desastrada tela de saco ha desaparecido, y en su lugar hay unas limpias cortinas a cuadros. La cámara retrocede un poco, y ahí tenemos el objeto número dos: un tiesto con flores en el alféizar de la ventana. Son señales alentadoras, pero aún no podemos estar seguros de lo que significan. Vida hogareña, ambiente acogedor, un toque femenino, pero eso es lo que debe hacer una esposa, y el hecho de que la mujer de Apu haya cumplido sus tareas no demuestra por sí solo que tenga cariño a su marido. La cámara continúa retrocediendo, y los vemos durmiendo a los dos en la cama. Suena el despertador, y la mujer se levanta enseguida mientras Apu emite un gruñido y se tapa la cabeza con la almohada. Objeto número tres: el sari. Ella echa a andar nada más levantarse, pero de pronto no puede moverse: su ropa está atada con la de Apu. Qué raro. ¿Quién podría haber hecho eso, y por qué? En su rostro hay una expresión contrariada y divertida a la vez, y al instante sabemos que ha sido Apu. Vuelve a la cama, le da un suave golpecito en el trasero, y luego desata el nudo. ¿Qué me dice a mí ese momento? Que mantienen relaciones sexuales satisfactorias, que entre ellos se ha establecido un espíritu juguetón, que están realmente casados. Pero ¿y el amor? Parecen contentos, pero ¿qué solidez tienen sus recíprocos sentimientos? Entonces es cuando aparece el objeto número cuatro: la horquilla del pelo. La mujer sale del cuadro para preparar el desayuno, y la cámara hace un primer plano de Apu. Por fin logra abrir los ojos, y mientras bosteza, se estira y da vueltas en la cama, se fija en algo caído en el hueco de entre las dos almohadas. Introduce la mano y saca una horquilla de su mujer. Es el momento álgido. Alza la horquilla y la examina, y cuando vemos los ojos de Apu, la ternura y adoración que irradian, sabemos más allá de toda duda que está locamente enamorado de ella, que es la mujer de su vida. Y Ray lo consigue sin utilizar una sola palabra de diálogo.

Un hombre en la oscuridad – Paul Auster

objetos inanimados: conclusión


Hay otra cosa en esas tres escenas. No me he fijado cuando veíamos las películas, pero al oír cómo las describes ahora, he caído de pronto en la cuenta.
¿El qué?
Las tres tratan de mujeres. De que son las mujeres quienes llevan el mundo. Se ocupan de lo que verdaderamente importa mientras que los desventurados hombres van dando tumbos por ahí haciendo chapuzas. O si no, se quedan en la cama sin hacer nada. Eso es lo que pasa después de lo de la horquilla. Apu mira al otro extremo de la habitación, a su esposa, agachada sobre una tetera, preparando el desayuno, y no hace movimiento alguno para ayudarla. Igual que el italiano, que no repara en lo que le cuesta a su mujer cargar con esos cubos de agua.
Por fin, dijo Katya, dándome un leve codazo en las costillas. Un hombre que lo entiende.
No exageremos. Sólo incorporo a tu teoría una anotación al margen. A tu muy perspicaz teoría, debo añadir.
¿Y qué clase de marido eras tú, abuelo?
Igual de distraído y perezoso que los payasos de esas películas. Tu abuela se encargaba de todo.
Eso no es cierto.
Sí lo es. Cuando venías a casa con nosotros yo siempre hacía gala de mi mejor manera de ser. Tendrías que habernos visto cuando estábamos solos.

Un hombre en la oscuridad – Paul Auster

la música del movierecord…

Hace unos años nos fuimos un grupo de amigos a NY aprovechando una oferta increíble con Continental (sobre 300 euros) y ya allí decidimos pasarnos un día por el Metropolitan. Cuando estábamos llegando al museo nos pareció muy extraño que lo tuvieran todo tan abandonado y sucio. Era tal nuestro atontamiento que si no nos para un guarda nos metemos dentro en plan Paco Martínez Soria.

Estaban rodando una película y nos quedamos un rato para ver quién era el actor. Y casi al instante apareció el señor Will Smith. Fin de esta historia en NY.

Para cerrar el círculo, este fin de semana decidí ver la película Soy Leyenda y me sorprendió comprobar que aquel despliegue de medios, de decorados no duran ni diez segundos en el montaje final. Eso sí: la ciudad sale muy hermosa, como siempre…

Y para los que no sepan qué es la música del movierecord… aquí la tienen

la saraghina

Ayer subí un vídeo de Amy Winehouse. La verdad es que si nos fijamos un poco en su peinado, se parece mucho a… ¡la Saraghina! Para aquellos que no sepan a quién me refiero, aquí dejo unas imágenes de Saraghina bailando una melodía de Nino Rota.

once

Acabo de terminar de ver una película llamada Once. Se trata de una sencilla historia entre un chico (Glen Hansard) que toca la guitarra en las calles de Dublín y una muchacha checa (Markéta Irglová) que vende flores en la calle. De cómo se conocen y la música va entrelazando sus vidas. No es una película de grandes actuaciones pero el resultado me ha gustado muchísimo y creo que a cualquiera que ame la música le enganchará tanto como a mí.

children of men

Ha sido una buena semana de películas. Y ayer tuvo su broche final con Hijos de los hombres. Detalles interesantes:

Clive Owen siempre parece un hombre sincero y sin dobleces. En este circo del cine lleno de miñas-xoias hace falta un tipo como él.

En un mundo que se desintegra la gente crea hogares acogedores. Y digo hogares, no casas. Recuerdo tres estancias en la película con ambientes muy agradables. Aunque a lo mejor tiene mucho más que ver con quienes crean los hogares: los mayores.

Y como broche, la canción más Beatles de los Rolling: hablo de Ruby Tuesday que suena en un momento de la película versioneada por un auténtico mago-poeta-visionario llamado Battiato. Aquí os dejo esa versión…

yendit

No sé si va a pasar mucho tiempo antes de que cierren yendit. Pero mientras tanto… ahí queda esta tremenda colección de películas,series y dibus. Si os gustan más en inglés, también podéis probar con joox

cine, muelas y bailarines tamiles

Voy a hacer de esta anotación un pequeño cajón de sastre. Así que saltaré de un tema a otro y puede que entre sí tengan poco que ver…

Little Miss Sunshine

Así, en negrita y que se lea bien, porque esta película me ha dejado un recuerdo parecido al de un olor querido o añorado. Cinco personajes opuestos, cada uno con su propio sueño o desengaño: un abuelo yonqui, un matrimonio que no pasa sus mejores momentos, un tío experto en Proust recién salido de un intento de suicidio, un adolescente que no habla para probar su fuerza de voluntad y una niña que se prepara para un concurso de belleza. Un fin de semana y un viaje en furgoneta para que la pequeña pueda ganar el concurso. A partir de ahí la vida con sus alegrías y penas. Y al final una enseñanza que huye de este mundo que se nos quiere imponer de ganadores y perdedores. No quiero decir más: por favor, tenéis que verla.

Donnie Darko

Esta semana me han quitado una muela del juicio. El primer día casi no pude dormir por las molestias, así que a eso de las tres de la mañana me levanté y puse una película. Y el inicio de Donnie Darko tiene la consistencia de un sueño placentero. La música inicial de Michael Andrews parece una tela de araña que te va envolviendo poco a poco. Quizás esa sensación tuviera su origen en las medicinas que me recetó el dentista para el dolor, o quizás en la hora intempestiva. Pero lo cierto es que se trata de una banda sonora fantástica.
Donnie :¿por qué usas ese estúpido traje de conejo?
Frank: ¿y tu por qué usas ese estúpido traje de hombre?

La melodía que cierra la película es digna de escuchar. Se trata de la canción Mad World de los Tears for Fears en versión de Gary Jules. Puedes escucharla aquí

tres días

Casi al final de El violinista sobre el tejado un edicto del zar notifica a los habitantes judíos del pueblo que tienen tres días para abandonar las tierras en donde viven. Mientras Tevye y su familia empaquetan todos sus enseres yo me encuentro cómodamente recostado en el sofá. Así que para meterme un poco en la piel de los personajes pongo mi cabecita a pensar qué llevaría conmigo si sólo tuviera tres días por delante. En fin, comencemos:

Libros. Sí, tienes bastantes pero no te los puedes llevar. Así que intenta reducirlo a dos o tres títulos. Y ahora viene la duda: ¿cúales?, ¿libros que alimentan el alma, libros que alimentan recuerdos o una mezcla? Venga, como buen gallego escojo los terceros.

Música. Los CD’s se quedan. Los vinilos no los tienes en esta casa. Así que intenta meter en el mp3 todo lo que puedas. Las canciones de tu vida. Probablemente cuando se acabe la batería no puedas volver a escucharlas.

Ordenadores. Vamos, les pueden ir dando a todos y cada uno de ellos. Aquí se quedan. Y eso que lo lamento mucho por las fotos. Venga, haz uno o dos DVD’s con las mejores. Y si sobra tiempo me acercaré a un descampado y enterraré el disco duro externo. Por si vuelvo algún día.

Ropa. Bah…ahora empieza el veranito así que me llevo unos vaqueros y unas cuantas camisetas. Ahhh, y un jersey por si hace frío de noche.

Mis guitarras. Ufff…esto sí que duele. Pero no voy a ir cargando con todas. Así que la eléctrica se pierde el viaje porque pesa mucho y yo soy poca cosa. Aún quedan dos opciones: la acústica o la española. La primera es un poco pérfida y se «chulea» mucho por nueva y haber viajado. La española, sin dudas. Además, la tengo desde hace más de 16 años, así que a sonar conmigo por los caminos. Y en la funda meto también una armónica y una flauta por si acaso.

Fotos, cartas, felicitaciones, regalos, recuerdos. Claro que sí. Sin ellos no eres nada. Una caja de latón de galletas. De esas que hacen ahora imitando a las antiguas. Bien llena, que no se te olvide nada.

Unas gafas porque las lentillas se acabarán gastando. Un boli. Una libreta vacía. Una navaja multiusos. Alguna chuchería que pueda intercambiar en el futuro (pacotilla: así llamaban a la parte que un marinero podía llevar consigo en el barco para intercambiar con las gentes de las islas).

Y nada más. Me sobran dos días. Seguro que duraría poco en la carretera porque soy poco previsor (¿dónde está la comida, dónde el dinero?). Pero me alegra saber que podría dejarlo prácticamente todo. Eso sí…no me quites la caja de galletas: ella se viene conmigo al fin del mundo.