nuevo despertar

Cuando me levanté a la mañana siguiente y abrí las persianas, ante mí se extendía gozosamente el mar iluminado por el sol generoso de agosto y la lejana costa de Escocia rozaba el horizonte con rayas de azul diluido.

Este espectáculo era tan sorprendente y de tal novedad para mí, después de mi extenuante experiencia del paisaje londinense compuesto de ladrillo y estuco, que me sentí irrumpir en una vida nueva y en un orden nuevo de pensamientos en el mismo momento de verlo. Se me imponía una sensación imprecisa de haberme desligado súbitamente del pasado, sin haber alcanzado una visión más clara del presente o del porvenir. Los sucesos de no hacía más de unos días se borraron de mi recuerdo, como si hubieran ocurrido muchos meses atrás.

La dama de blanco – Wilkie Collins